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Primer día de clase

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Aún reinaba el silencio en el ambiente. Las aulas estaban llenas, pero la expectación del primer día se concentraba de tal forma en la mirada de los alumnos, que casi abolía los demás sentidos. El tutor de Bachillerato continuó exponiendo a sus oyentes los objetivos, contenidos y criterios de la asignatura. Tenía la costumbre de dar cortos paseos mientras hablaba; quizá para contener los nervios; quizá para acortar distancias innecesarias. En mitad de una frase mientras expulsaba el aire emitiendo sonidos articulados, detectó algunas sonrisas en la penúltima fila. En apenas unos segundos, el tutor percibió un intercambio de mensajes orales; Andrés mostraba a su compañera la última llamada realizada desde su móvil: el número comenzaba con 0033 (prefijo de Francia). Esa llamada movilizó a gran parte de la policía parisina y consiguió desalojar a los  2000 visitantes de la Torre Eiffel. Andrés y su hermana Clara no sabían cómo invocar la atención de sus progenitores, atareados con mi

La cueva de Alí Babá o la crisis de los 40

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Cuando Alí Babá cerró su negocio de la esquina, se quedó con una mano delante y otra detrás. No sabía qué hacer… ¿cómo les diría a los cuarenta ladrones que tenían que volver a su antiguo oficio de robar sucursales bancarias? Se sentó a reflexionar. Su situación era crítica: en el ecuador de la vida todo aquello por lo que siempre había luchado parecía venirse abajo. Se acabaron los cines de verano, los paseos por el parque, las novelas policíacas, la música jazz, los paisajes al atardecer. También tendría que renunciar a la pasión de escribir. Era como si se estuviera comiendo los mocos. -Cállate, cállate -le gritó a su cerebro. Esta historia no había empezado tan mal; has roto la magia. Iba a cantarle las cuarenta, cuando un vagabundo se le acercó pidiéndole su número de teléfono. -¿Cómo? -Sí, ha oído bien, le estoy pidiendo nueve dígitos, un código numérico que me permita entrar en su vida. Sólo de esa forma podré ayudarle. Dudó por un momento. ¿Qué podía perder?
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Sabía que dentro de unos minutos saldrían a la luz todos mis sueños de adolescente. Conforme tecleaba en mi ordenador, una lucidez pasmosa se fue apoderando de mis recuerdos: el último sorbo de la primera cerveza, las inmersiones de 50 segundos en la bañera de casa, mis poemas de biblioteca, el descubrimiento de aquella intuición, la magia de la música compartida...Ya sólo quedaba cruzar los dedos y respirar hondo. -Este libro tiene muchas caras -pensó Harvard. -Esta cara tiene muchos libros- respondió el gato.
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¿Qué evoca en ti el atardecer? ¿Qué sientes al contemplar su quietud? ¿A qué te invita? La respuesta la encontrarás en tu interior, quizá en forma de nuevas preguntas que van creciendo al ritmo de las olas...
Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que, en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdemos. Jorge Manrique

El ciprés de Silos

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Enhiesto surtidor de sombra y sueño, que acongojas el cielo con tu lanza. Chorro que a las estrellas casi alcanza, devanado a sí mismo en loco empeño. Mástil de soledad, prodigio isleño, flecha de fe, saeta de esperanza. Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, peregrina al azar, mi alma sin dueño. Cuando te vi señero, dulce, firme, qué ansiedades sentí de diluirme y ascender como tú, vuelto en cristales, como tú, negra torre de arduos filos, ejemplo de delirios verticales, mudo ciprés en el fervor de Silos. Gerardo Diego